miércoles, 2 de enero de 2008

John Templetoe


Que limpias estaban las ventanas, que luz más clara pasaba por ellas. Él jugaba a inclinarse, cerrar un ojo, todo para observar la luz desde distintos ángulos para poder captar aquel momento justo en que, como en un prisma, la luz se fragmentaba en mil colores. Era como encontrar arco iris secretos que sólo él conocía. Algunas veces, cuando la luz era muy fuerte, intentaba captar su entrada sobre el cubo de agua para que ésta, con la ayuda de la espuma y el jabón, formase miles de burbujas de colores; Eran sus perlas de fantasía, el caviar de los sueños, miles de pequeños deseos esferificados.

Quizás él era ya muy mayor para estos juegos, sesenta años pesaban en su cuerpo, pero no en su corazón y jugar con la luz le mantenía vivo y jovial. Limpiaba ventanas desde los 11 años y nunca pensó que fuese un mal trabajo. Limpiar ventanas le gustaba; La satisfacción de verlas imponentes, brillantes, con aquella fuerza que la luz otorga, sus ventanas eran como puertas a otro mundo. Recordaba un día en que se hizo una peluca con la espuma del cubo y ésta brillaba con todos los colores como la de un payaso del circo. Una sonrisa se estiró por toda su cara arrugándole un poco más la cara. Ese recuerdo hizo que sus manos temblasen de nervios por la risa tonta que le provocaba.

Él cantaba todo el día, siempre la misma canción, una canción de amor de verano que él mismo compuso cuando, por una de sus ventanas vio como una muchacha salía de un portal con una cesta de manzanas rojas y verdes. La canción se llamaba "la niña de las manzanas", no era muy original pero él creía que el título era muy explicativo, no como aquellos poemas que leían en los cafés, unas frases a las que él no encontraba nunca el mismo sentido que los demás. Con su canción la luz era más brillante, era como un canto a la felicidad, al estar de verdad contento, jugando con sus ventanas, limpiándolas para que fuesen radiantes, recordando juegos de niño e imaginando que aquella muchacha de las manzanas rojas y verdes ahora era una señora mayor como él, y si todavía llevaría manzanas allá donde antes las llevaba. Que cantidad de fantasías pasaban por su cabeza de viejo.

Cerraba los ojos cuando había terminado y se apartaba un poco de las ventanas, como si éstas, tan limpias, fuesen una sorpresa para él, como en aquel cuento del zapatero y los hombrecillos que le ayudaron. Y reía, era tan feliz al ver sus ventanas brillar como el Sol.

Cuando llegó la época de la crisis económica, tuvo que hacer horas extras y limpiar ventanas incluso de noche, y así es como tuvo la oportunidad de ver la Luna y las estrellas pegarse a sus ventanas como minúsculas partículas mágicas. No podía sentir mayor impresión, que maravillosas se presentaban la Luna y las estrellas en las noches claras. Se quedaba plantado mirando al cielo estrellado y saludaba con la mano porque le habían contado que el hombre había llegado a la Luna y , claro está ¿Para qué iban a llegar a la Luna y no establecerse allí? Así que él saludaba a sus distantes vecinos, imaginando que verían aquellos que como él, limpiaban ventanas en la Luna.

Cuando entré en la habitación le encontré sentado y sonriendo, y la blanca y alegre luz de la mañana abría un camino luminoso donde las pequeñas motas de polvo viajaban hasta él, como si fuesen las hadas que querían acompañarle a otros mundos a jugar. Aún tenía espuma en la mano, un minúsculo universo de colores centelleaba y sonreí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

noooo!! dime ke el alegre limpia ventanas no ha muertooo!que sólo se ha ido a limpiar ventanas a otra empresa...y qué fue de aquella muchacha? Tienes que hacer una segunda parte...

La Fan

Anónimo dijo...

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