martes, 26 de febrero de 2008

Naufragio


La Noche ya no tiene sentido. Dejé de dormir y de soñar hace ya unos meses. Mi cama es la retrospectiva materializada, un corazón gigante que bombea y agita mi cuerpo privándole de todo descanso. El silencio de esas horas son ahora gritos ahogados y respiraciones entrecortadas y sollozantes que se inyectan en mi cabeza e hichan mis venas. Mi piel se estremece por todos los lugares que fueron por ella besados, recordando mi pecado, arrepentida se eriza y parece suplicar perdón angustiada. Mis manos se alzan hacia el techo buscando su fantasma. Ya no existe la Noche, ya no hay descanso, ahora todo es sufrimiento.

Mi reflejo, puntual como un reloj, a la misma hora se escapa del espejo para atormentar mi mente, reprendiéndome mis acciones con las que él no estuvo jamás de acuerdo. Me mira con ojos de fuego que se apagan con las lágrimas de su impotencia; Quiere matarme aún arriesgando su propia existencia. Nos abrazamos y lloramos juntos, sabe que el más triste soy yo, soy yo quien paga físicamente por ello. Miramos los dos al techo, hacia los ojos infinitos.

El Día ya no tiene sentido. Dejé de vivir hace ya unos meses. El Sol me da le espalda en la mañana y se oculta tras las nubes repudiándome. La vida es arrastrarse por las sucias aceras hacia la soledad y el vacío. La luz ha abandonado mi mundo y todo son ruinas. El ruido urbano es un murmullo del viento que me insulta al oído. Hoy mi sombra se ha suicidado; Ha de jado una nota: Espero que vivas en este infierno solo y por siempre.

El mundo ya no tiene sentido. Hace ya unos meses que el Universo escapó de este lugar. Ahora todo es Los Ojos Infinitos.

lunes, 25 de febrero de 2008

La gran aventura del joven Zhang


Hubo una vez un lugar sagrado llamado el pico de la sabiduría. En la cumbre se decía que vivía un extraño eremita que podía reconocer la verdad de todas las cosas gracias mirando dentro de un pequeño cuenco de barro que los dioses le habían regalado por su bondad infinita y sus más que nobles actos en sus más de 100 vidas. La historia de esa montaña fascinaba a los más osados aventureros pero hasta los más temerarios huían de la idea de llegar a la cumbre. Se decía que incluso algunos dioses menores habían fracasado por la dureza de los elementos y la crueldad de la montaña, un antiguo gigante castigado por sus horribles crímenes y convertido en montaña. Se decía también que el recorrido era tan largo que si alguien regresaba de la expedición, lo haría anciano por el paso del tiempo y ¿de qué servía conocer la verdad y morir sin poder sacar partido de ella?

Hubo también un joven llamado Zhang, un joven con una única pregunta. Zhang se sentaba todas las noches en el tejado implorando una respuesta de los diosesa su pregunta, iba a ver a los más sabios de los sabios en busca de ayuda, meditaba durante días sin moverse, comer o beber, únicamente concentrándose en su pregunta. La última meditación de Zhang casi le arrebata la vida; Su alma se elevó tanto del suelo que casi se separa por completo de su cuerpo y le dejó convertido en un media alma, un ser sombrío y triste con la mente fuera de este mundo. Sus padres no podían soportar más el estado de ausencia de su hijo y decidieron hablarle de la leyenda de el pico de la sabiduría. Zhang quedó asombrado, por fin un lugar donde encontrar respuesta, incluso su alma volvió a retroceder unos centímetros hacia su cuerpo y recuperó algo de color en su grisácea piel. La familia sufría por el destino que le aguardaba a Zhang pero, morir en el intento era mejor que vivir en la más absoluta tristeza; Zhang debía partir hacia la gran aventura del hombre.

La noticia corrió por toda la comarca y la gente se acercaba a Zhang para pedirle si, al llegar a la cima del eremita, podía preguntarles por qué esto o aquello. Zhang estaba dispuesto a ayudar pero no podía pensar en todas esas preguntas, le desconcentraban de la suya. Zhang huyó literalmente del pueblo mientras una muchedumbre le perseguía para decirle su pregunta para el eremita. Zhang atravesó el valle entero hasta el pié de la montaña sagrada y por todos los pueblos que pasó se llevó consigo tantas preguntas para el eremita que a duras penas recordaba la suya. Suerte que la llevaba grabada en un pequeño amuleto de madera que su padre le había tallado. La montaña parecía no tener fin vista desde el pié, se perdía entre la niebla. La montaña era tan alta que seguramente debía atravesar el cielo hasta el jardín del palacio del dragón de las nubes.

Zhang empezó a subir por la montaña.los primeros kilómetros fueron fáciles, incluso agradables, se maravillaba con la belleza del paisaje e hinchaba sus pulmones con aquel aire tan puro y fresco y la alegría le invadía atrayendo aquella mitad de su alma otra vez dentro de su cuerpo. De noche parecía que todas las estrellas del universo se reuniesen en aquel lugar para contemplar la gran azaña de Zhang y un sentimiento de valor y orgullo llenaba su corazón. Hacia la mitad de la expedición la escalada se volvía cada vez más peligrosa, no podía respirar, el paisaje era frío y desolador, las estrellas le abandonaron en la noche, se sentía cansado y aquella mitad de su alma intentaba escapar de aquel cuerpo temerario e infeliz. La ventisca, las afiladas rocas, el frío y el hielo azotaban la moral y el corazón de Zhang pero su pregunta seguía necesitando respuesta. En cuanto empezaba a anochecer, Zhang buscaba desesperado cobijo en las hendiduras del hielo eterno, un templo en el infierno, calor en el frío absoluto. Durante días soportó la inclemencia de la naturaleza, la crueldad de un castigo divino y su alma casi fuera del cuerpo permanecía unida por el dedo meñique del pie, mientras él escalaba ella se aferraba a las rocas intentando tirar de Zhang hacia abajo, hacia los paisajes preciosos, el aire puro y las estrellas.

Un día en su eterno trepar Zhang encontró cobijo en una cueva justo cuando empezaba a tronar y los rayos partían el negro cielo enfadados por el atrevimiento del hombre. Corrió deprisa hacia dentro. La cueva se iluminaba intermitentemente con el trallar de los rayos y dejó ver una figura ante los ojos de Zhang-¡El eremita!¡He llegado, he llegado!- Zhang lloraba de la emoción, había superado el más puro sufrimiento y había conseguido encontrar al eremita. Su corazón se hinchó como una Luna llena y casi le asfixia los pulmones. Zhang con respeto y humildad se acercó al eremita que parecía tan contento como él. Era un hombre de aspecto cansado, de larga barba y cabellos plomizos-¡Tanto tiempo en esta montaña hacen de uno un hombre castigado!-pensó Zhang. Zhang se plantó delante del eremita y le formuló su pregunta- Sabio eremita del pico, tu que has sido bendecido por los dioses, por favor contéstame a mi pregunta, te lo suplico. ¿Qué es el amor?- El sabio parecía serio y los ojos se le agrandaban con el paso de los segundos. Callaba y parecía mirar a Zhang con aire extrañado. Zhang empezaba a desesperarse y también parecía hacerlo el eremita que seguía guardando silencio y cuanto más tiempo pasaba incluso su ceño se fruncía, su cara se acaloraba y parecía enfadarse -¡Incluso se enfada! !Este eremita ignorante que nada se sabe hasta se enfada, esto es el colmo!- Zhang harto del falso eremita y más enfadado que un mono dió un puñetazo al eremita y éste se partió en mil pedazos.-Tonto eremita, ya no volverás a engañar a nadie. Y Zhang empezó su descenso de el pico de la sabiduría.

Pasó mucho tiempo hasta que Zhang llegó de vuelta al pueblo. Al principio nadie le reconoció; Arrastraba una larga barba, su pelo era gris y su piel seca. Muchos ancianos se acercaron a él preguntándole por su viaje pero Zhang no sabía quienes eran. Al ver su rostro extrañado todos empezaron ¿No me recuerdas soy Yen, soy Fai, soy Hi Chin? Largos años habían pasado y ahora todos eran ancianos. Zhang empezó a llorar y corrió lo más rápido que sus viejas piernas le permitían para comprobar lo que ya sabía. Sus padres estaban muertos al igual que otros muchos seres queridos. El pueblo enmudeció y dejaron tranquilo a Zhang durante un tiempo para que éste pudiese aceptar la realidad y asumir su dolor.

Una tarde un joven llamado Yin Bu se acercó al anciano Zhang. El joven tenía cierto temor, sabía que Zhang llevaba un año sin hablar, algunos le tenían por un loco que perdió su alma. Yin Bu se sentó delante de Zhang e hizo una pequeña reverencia ante el anciano. -Oh anciano y sabio Zhang, tu que estuviste en el pico de la sabiduría y conociste al eremita, tu que has vivido la gran aventura del hombre, por favor, cuéntame qué has aprendido- Zhang devolvió la mirada hacia el mundo y la inclinó hacia la nuca reverenciada del muchacho, volvió a mirar al cielo, como buscando aquella alma que perdió, y le dijo- Que algunas preguntas no tienen respuesta en los hombres, que algunas preguntas no tienen respuesta en los libros o los sabios, que algunas preguntas no tienen respuestas en la Tierra y que hay preguntas que ni el mismo cielo tiene respuesta-.

viernes, 22 de febrero de 2008

Harold y los ojos infinitos


Harold se desnudó lentamente delante del espejo. Su reflejo era un tipo delgado y gris, parecía que se iba a desmoronar en cualquier momento. Harold se metió en la ducha lentamente, esperando que se calentase el agua antes de entrar para escapar del frío de la mañana. Apoyó las manos sobre las paredes de la ducha mientras su cabeza se convertía en su propio Niágara. Mientras el agua caía desde su cabeza sus angustias trepaban desde su estómago para encontronarse sobre su pecho. Una batalla cruel y sangrienta entre sus ganas de limpiar sus pecados y las ganas de morirse de pena. Al final de la ducha daba igual quien ganase, siempre atrapaba el frío de la mañana.
Su sombrero negro y sus wayfarer además de su reloj de pulsera eran lo único que tenía claro, siempre dudaba qué camisa blanca, qué corbata negra, qué pantalones negros y qué zapatos negros ponerse. Las mañanas de Harold eran toda una aventura de decisiones que le llevaban a llegar casi siempre tarde al trabajo, pero so no importaba, siempre era el primero en llegar; Siempre el primero en llegar era algo de lo más sorprendente, Harold había llegado tarde siempre a los acontecimientos más importantes de su vida. Harold siempre fue devorado por su estúpido y contrario sentido del tiempo.
Toma café solo. Cinco o seis al día. Harold no puede dormir ni soñar, en todos sus sueños su corazón siempre muere; En todos sus sueños es devorado por el tiempo. Cuando llega a la estación se fuma el primer cigarro del día, justo cuando pisa el último escalón de la salida de la parada, con la primera bofetada del sol y con la sonrisa, que es como una caricia, de la señora que vende flores en la esquina. Al llegar a la puerta del edificio donde trabaja, cruza los dedos al cruzar por debajo del andamio; Su madre le enseñó a hacer eso, como todas las tonterías del mundo. El cigarro se acaba siempre en el portal.
Durante todo el día, Harold viaja por el extraño mundo de lo absurdamente moderno, bebe café, fuma y escucha a sus compañeros y éstos rara vez le preguntan nada. Harold tiene qué decir pero no cree que a ellos les importe demasiado, tampoco pueden ayudarle. A las dos y media sale a comer expectante, siempre sueña con la casualidad y la casualidad nunca llega. A las siete se va a casa expectante, siempre sueña con la casualidad y la casualidad nunca llega. Aterriza en su casa después de volar por su "no pensar en nada" atravesando el cielo de los ojos vacíos intentando recordar un abrazo perdido del que aún reconoce la dulzura de sus besos. Muere frente a la soledad de su correo y la inexistencia de la llamada que siempre espera.
Cena el silencio de las palabras vacías de conversaciones vanas y se retira para fumar y esperar, desear, soñar, derrumbarse de cansancio, llorar, perder.
Harold cierra los ojos y se va en busca de los ojos infinitos, su amor perdido.
Harold es un ser devorado por el tiempo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

El tiempo prevalece.


Todos llevamos con nosotros el vacío, el Tiempo. Estamos rodeados por un aura negra; Eso es el Tiempo. Un aura oscura grande al principio pero que va menguando lentamente. Somos tan cobardes que intentamos llenar ése aura de cosas. Nuestras acciones son vanas, sólo son para hacernos más llevadera la verdad que hay dentro de nosotros, el aura se comprimirá hasta aplastarnos y reducirnos a "nada". Nada prevalece, ni tan sólo los recuerdos.
Miles de sombras vacías caminaban a toda prisa por la ciudad. Miles de almas vivían corriendo lejos de la muerte. Miles de almas lloraban desesperadas aferrándose a lo material hasta construir un refugio que les salvase de la muerte. Todas salvo aquella alma tumbada en medio de la acera, sonriendo, viendo cómo las nubes eran más rápidas que las grises sombras de la ciudad.
Esta alma no tiene nombre, al menos en esta historia. Su tiempo no era precisamente amplio, ni más claro que los demás, ni tan sólo más oscuro; Era un alma igual que las demás, sólo que no tenía prisa, ni miedo. Caminaba alimentando sus ojos, dejando que las apresuradas sombras de la ciudad la atravesasen sin sentir dolor, agarrando el viento con sus manos, escuchando el leve menguante bombear de su corazón.
No se vive si no se muere.
No importaba cuántas cosas acumulase, el Tiempo la iba a aplastar como a las demás. No importaba cuánto pudiese hacer y pensar, el Tiempo la iba a aplastar como a las demás.
Las almas no son suficientes, el Tiempo siempre prevalece. No importa cuánto hagáis, penséis o tengáis.

Sólo, cuando dos auras negras en vez de atravesarse se entrelazan, se agarran la una a la otra, entonces se crea un nuevo Tiempo, el tiempo de las almas, el Tiempo infinito, el amor, el recuerdo perpetuo, el nacimiento de un universo.
No importa cuánto hagas, ni pienses, ni digas ni tengas, si no amas, el Tiempo prevalece

El niño perdido


Te perdía todas las noches así que te reinventaba cada mañana.

Hice del tacto de todas las manos del mundo el tuyo y dejé que tus ojos me persiguiesen desde todas las miradas.

Te lloré en todas las historias jamás escritas y acerqué mis manos hacia todas las pantallas, donde siempre estabas tú, alejándote, perdiéndote cada noche para reinventarte todas las mañanas.

Con cada trago de dulce vino te hice el amor y deseé estar por siempre borracho.

Recordé tus abrazos para que fuesen lo único que me vistiesen y le puse tu voz a todos los sonidos para hacer de éste mundo el lugar más maravilloso.
Tatué todas nuestras vivencias para que siempre estuviesen a flor de piel y convertí mi habitación en tu cuerpo para que me lleves siempre en el vientre.

Desterré mi alma para que fuese tu ángel.

domingo, 17 de febrero de 2008

Recuerdos



Escucho la hierba, su canto, su risa, como hace el amor con el viento. Puedo ver como los rayos del sol dan a luz miles de flores. Pongo mi mano en el suelo y siento como respira la Tierra; Hincha sus pulmones y suelta el aire relajadamente. Está dormida. La vida acaricia mi piel y por unos segundos soy bello y me siento, de alguna forma, querido. Por unos segundos no estoy solo.



Despierto. Siento el frío de la mañana y del suelo. Otra vez el parquet ha sido un prado en mis sueños. No siento la respiración de la Tierra, la Tierra sólo está viva en mis sueños, la Tierra está muerta. Todo es soledad y frío; Pronto morirán también mis sueños. Abro la ventana buscando el viento, también está muerto. No hay nada tras la ventana; No hay un mundo, no hay vida, no hay Tierra. Mi habitación vaga por el universo desde hace unos meses. Todo ha desaparecido. Todo está muerto. Un cubo en el espacio con un mono dentro, sólo hay eso. Todo está muerto. Todo es frío.



Me siento a mirar por la ventana. Vi apagarse las estrellas hace unos días. Ya no tengo ni eso. El primer jueves desde el inicio de la "nada" murieron los soles y los planetas; El sábado, sólo quedaban las luciérnagas del espacio, las hijas de la noche. Hoy sólo estamos yo y mis pensamientos. Pronto ellos también estrán muertos. He intentado acabar con esto. No puedo morir, la nada no me deja. Cada vez que muero despierto, habiendo soñado con la Tierra, en el frío suelo. Flotar hasta el fin del universo, traspasar sus fronteras y perderme en otro infinito con mis recuerdos. Éste es el precio. Vagar por la nada encerrado en mis recuerdos.



Todo está muerto y yo cada vez más lejos.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Dios en el infierno


Con los ojos rojos vacié la mirada en el poso infinito de aquellas palabras. El tacto de aquella pieza de papel era afilado como un cuchillo. El mensaje era un recuerdo feliz torturado hasta la muerte por el egoísmo. La piel se me enfrió hasta convertirme en una estátua de mármol. Sentía cómo sienten los planetas, era consciente del universo y conocía su triste destino. Lágrimas, al fin puras, resbalaban desde aquellos charcos de sangre y alcohol. Conocí el sufrir, el dolor y el sonido del corazón al desgarrarse. Me arranqué el alma y la lancé contra la pared con todas mis fuerzas con un grito de rabia que partió el infinito en dos. Un hombre solo cayó al suelo y durmió.

Amaneció un sol negro que no dañaba la vista sobre un prado incendiado. Árboles despojados de sus hojas, calcinados, todavía en pie, como queriendo mostrar el poder de su dolor y las conseqüencias de éste. Era el paraiso de aquellos que buscan la muerte de su naturaleza y esencia. El prado estaba infestado de señales de STOP y sobre cada una de ellas un cuervo reía apuntando con su pico al negro sol. El sonido de mis pasos era el chasquear de las piñas en el fuego y un vaho azul acompañaba sensualmente mi respiración. Me sentí solo y feliz. Estaba muerto.

Caminé durante horas hasta llegar aun pozo. Las aguas eran negras como el sol y todas las estrellas del universo se habían ahogado en ellas. Todas las estrellas estaban muertas; Ninguna volvería a reírse de mí. Necesitaba encontrar la Luna, descubrir su cadaver, calcinado por las llamas de mi odio. Era todo cuanto ansiaba. ¡Que placer si la encontrase aún viva para poder rematarla! Mi mente se aceleró hasta vaciar cualquier otro pensamiento que no fuese estrangular a la Luna. Recogí una pequeña estrella que parecía respirar en su última agonía; La acuné en mis manos con delicadeza para no matarla antes de obtener respuesta. Con voz firme le pregunté por su madre y descubrí mi nueva voz, una voz con un eco profundo y grave, era una voz fuerte y enérgica. La estrella no ofreció demasiada resistencia al nuevo poder de mi voz. La Luna estaba cerca y aún seguía viva.

La Luna reposaba en suelo, moribunda. Arranque una rama y le prendí fuego con un grito y con ella me dirigí hasta el infame astro mentiroso. -¿Ahora qué hija de puta? - mientras sus ojos se ensombrecían avisándome que no podría disfrutar demasiado tiempo del placer de matarla -¿Qué vas a hacer ahora perra mentirosa? - le grité. La rabia me dominaba y sabía que no tenía demasiado tiempo, la Luna se moría. Alcé la estaca ardiente y se la clavé en el corazón con todas mis fuerzas; Su pecho se elevó unos centímetros del suelo en un espasmo de dolor y soltó un último aliento ahogado que dejó un rastro de vaho azul y seco, como polvo.

Me alejé del lugar, con el cadaver de la Luna en llamas, sonriendo, pues sabía que por fin era el dios de mi propio infierno.

martes, 12 de febrero de 2008

Tarde para todo lo demás


Cada vez que miraba el reloj, éste me decía que era demasiado pronto para beber y demasiado tarde para todo lo demás. Aguardaba impaciente la hora de abrir una botella de un merlot magnífico que tenía esperando, provocándome con el erotismo de su contenido y su forma sinuosa y esbelta. Sonó el teléfono, hasta que calló; No quería hablar con nadie, no necesitaba ahogar mis penas con nada más que con aquel dulcísimo merlot.


El piso estaba pegajoso. Había restos de humo, de alcohol y sexo por todos los muebles. Cuando bebía una parte de mi moría dejando a otra su lugar. Al resucitar aquella parte de mi, unos ojos nuevos al mundo, tenía que contemplar el caos en estado puro. Botellas rotas, restos de todo tipo de comida y bebida e incluso algún que otro rastro de sangre. Siempre he celebrado buenas fiestas ... creo. Mi nueva cabeza, ausente de memoria pero con una extraña moralidad innata, me reprendía acciones que ni tan siquiera conocía aunque lo probable es que si la parte de mi que hubiese estado de fiesta no estuviese durmiendo la mona, lo admitiría con la cabeza baja y se pegaría un tiro en algún rincón oscuro de su morada. Hay tantas partes de mi que deberían suicidarse.


Era una buena hora, ya sentía como mi "yo" poco a poco se iba quedando dormido y aquel otro yo me susurraba al oído - Cuando éste se quede frito tu y yo nos vamos de juerga-. La botella de vino me miraba y me aplastaba la voluntad como si ésta fuese un piojo. Estaba enfrente de mi, rígida, alta, elegante e imponente. Me levanté para poner aquel disco que tanto me gusta, el Kind of Blues de Miles Davies; El bajo empezó a acompañar mis pasos hacia el sacacorchos mientras mi lujuria celebraba que finalmente la botella iba a ser mía. Descorcharla fué todo un orgasmo. Aquel precioso sonido que te indica que ya está lista para beberse, con aquel precioso sonido sabes que vas a probar el paraiso. Miles le daba caña a la trompeta y mi felicidad iba en aumento, mis músculos estaban tensos a la espera de acabar de servir el vino en la copa, de alzarla y que el preciado elixir de la felicidad y el olvido resbalase por mi garganta. Yo era un hombre que iba a morir envenenado y aquel merlot era el antídoto que me salvaría la vida. Era mi fantasía erótica con el vino.


La noche acabó a la hora que mi reloj me decía que era pronto para beber y tarde para todo lo demás.

lunes, 4 de febrero de 2008

A una bala del Paraiso


Encontré sus ojos en mi memoria. Aquella imagen me dió un puñetazo en la boca del estómago. Unos ojos pesados, muertos y resucitados que albergaban una pequeña llama capaz de incendiar el mundo de lo pura que era. Unos párpados que caían por no poder aguantar su propio peso.No puedo dormir. Aquellos ojos me persiguen y una sensación de culpa me invade y encadena al suceso.


Ninguno pudimos creerlo cuando lo supimos. Después de meses perdiendo el tiempo con los habituales, registrando barrios infectos, múltiples detenciones y tener que aguantar cómo la prensa se cebaba con el caso, dimos con la respuesta. ¿Cómo ibamos a creer en algo así? Nos han enseñado, la vida nos ha enseñado, la experiencia nos ha enseñado, que la vida no va más allá de lo que hay; Todo es material, todo se rige por las normas de la naturaleza humana, y ésta, aunque a veces sorprenda un poco, se desvíe del patrón, nunca puede ser ... ficción, no puede ser ... tan fuera de lo común.


Prudence había trabajado durante varios años con nosotros hasta que una crisis nerviosa la recluyó por una temporada en una prisión de mínima seguridad de psicólogos, psiquiatras y drogas legales. Nunca entimos porqué, nunca entendí porqué. Yo amaba la amaba, quizás no fuí el amante perfecto, mi trabajo es duro y ser feliz con toda esa mierda de ahí fuera no es fácil. Aunque la llave de la felicidad duerma contigo todas las noches. No hubo discusión, pelea, ni explicación, intento recordar cada detalle de nuestra relación y ... nada. Busco pequeños errores y los convierto en mares de sufrimiento para intentar encontrar una explicación. Algunas veces hasta me invento cosas que no sucedieron para satisfacer mi autodestrucción. Lo único que se es que Prudence cambió. Empezó a tener pesadillas frecuentemente, pesadillas horribles que la hacían gritar atormentada y sin poder despertar, a tener pequeñas visiones de cosas que se movían de sitio, hasta que un día intentó arrancarse los ojos y tuve que llevarla al hospital. La internaron.Pasaban los meses y los médicos sólo me decían que tenía un transtorno de personalidad, nosequé de brotes psicóticos, esquizofrenias y todos esos nombres que vienen a decir que alguien está chiflado y nada se puede hacer por ellos pero encerrarlos y cuidarlos con falsa lástima, no pueden matarlos pero los apartan del mundo porque son peligrosos.


Al principio fuí a visitarla cada día hasta que cada día pasó a ser cada semana, cada mes y al final cada año. Soy un hijo de la gran puta, lo se. Ella no reaccionaba a nada, sólo se tapaba los ojos continuamente y balbuceaba en un idioma que ni médicos ni yo entendíamos. La di por perdida, estaba perdida. Cuando me olvidé de ella, tener éste trabajo ayuda a olvidar a la gente que quieres y sólo pensar en asesinos y demás escoria, recibí una llamada. Era ella, me dijo que me quería y colgó. No tuve tiempo para hacerle las mil millones de preguntas que se me pasaron por la cabeza en sólo unos segundos, me dijo que me quería y colgó. Llamé al centro donde se supone que estaba interna y me dijeron que había escapado. Cuando colgué golpeando el teléfono contra la pared sólo tenía una idea en la cabeza, matar a todos los hijos de puta que trabajaban allí y encontrar a Prudence. La busqué durante días, semanas y meses, pero nada, Prudence había desaparecido y temí lo peor.


El trabajo, la escoria no descansa ni respeta tu dolor, ayudó junto a ese gran amigo, va por ti J.B, ayudó a que olvidase a Prudence durante unas horas al día. Una nueva ola de asesinatos brutales asolaban la ciudad; Las navidades traen consigo un montón de mierda, junto al verano es la temporada alta de criminalidad. La gente se harta de ver tanto a la familia, al final sólo son un atajo de gilipollas unidos por sangre o los genitales de algún pariente. Empezaron a aparecer cadáveres por toda la ciudad y, la verdad, de aquellos que alegran, que si un chorizo maltratador en la 23, un camello reicidente en Elm, incluso un Gotti en un lavabo público del Park. La escoria empezaba a caer por su propio pie. Nunca tantos muertos alegraban el día. Como era de esperar, con el paso del tiempo la prensa empezó a alimentar el rumor del "Vengador", jodida sociedad creada a base de comics y comida basura; Un puto héroe salvaba la ciudad mientras la pasma se tocaba los cojones en una cafetería comiendo donuts.


La racha se alargó hasta el verano y seguíamos sin dar con el puto héroe. Lo peor de éstas mierdas es que al fianl le da valor a la gente para que se apunte a cazar delinqüentes los fines de semana, mejor que jogging. Detuvimos a una docena de "vengadores nocturnos", la mayoría parados divorciados que ya habían terminado los fascículos de brocolage de los quioscos. Todos a la trena unos meses y a seguir con la jodienda de siempre. De nuestro hombre, nada. Era un puto agosto asqueroso, la ropa se tatuaba en el cuerpo por el calor y el olor a mierda recalentada viajaba por la neblina que se forma en el asfalto. Era un vertedero habitado. Estaba en casa intentando decidir qué era mejor, si darme la décima ducha del día o pegarme un puto tiro y dejar de preocuparme por el calor y la factura del agua; Llamaron a la puerta y se me cayó el cigarro sobre el pecho del susto. Ni lo noté, se apagó en la catarata de sudor que me resbalaba de la cabeza. Era Socowikz. Habían encontrado a Prudence en los muelles.


Atravesamos Mierdadesecha city a toda ostia atropellando a un perro, o dos, hasta llegar a los muelles. Prudence estaba hecha una mierda, rodeada de policías y amezaba con suicidarse si nos acercábamos a ella. Yo sólo vi a mi Prudence, a mi única razón para volver a casa después de patrullar el infierno, yo sólo vi a una mujer a la que todavía amaba y que había dejado pudrirse en la locura. Intenté acercarme a ella, que me viese, que me reconociese y, esperaba también poder abrazarla y no soltarla nunca más (a buenas horas, cabrón). Recuerdo sus ojos, pesado, muertos y resucitados que albergaban una pequeña llama capaz de incendiar el mundo de lo pura que era. Unos párpados que caían por no poder aguantar su propio peso. -Lo he hecho por ti amor mío- me dijo. -Te estoy ayudando, no estás sólo, te estoy ayudando, así podrás volver a casa y ser feliz, te estoy ayudando- sollozaba mientras blandía el cuchillo. Intenté calmarla, le dije que la quería, que todo iría bien, pero que ahora debía calmarse y venir con nosotros. Intenté abrazarla. Ella lloraba y se arrodilló en el suelo. Dos agentes se acercaron a ella para esposarla y lo supe, no lo conseguirían, grité y me abalancé sobre ellos pero Prudence, al verlos venir, se levantó, alzó el cuchillo y se rajó el cuello.


Compararon el ADN de Prudence y encontraron restos en los cuerpos de la gran mayoría de las víctimas(¿?). Mi trabajo la enloqueció, mi trabajo la mató, éste puto mundo de mierda la mató. ¿Me encontrarán sangre en el whisky? Estoy a una bala del paraiso, a una bala de la felicidad. A una bala de Prudence.

Bugambilia


Mortimer solía recogerse en una esquina de su habitación. Desprendía tanta negrura de su alma que la esquina llegó a oscurecerse con los años siluteando así a Mortimer abrazando sus rodillas. Mortimer creía encontrar algo de calor allí; Sentía el abrazo fantasmal de la soledad, convenciéndose así de tener cierta compañía en sus pensamientos, incluso sentía unas manos frías que le frotaban la espalda como diciéndole -tu y to siempre estaremos juntos-, la única frase que hacía sonreír al pobre Mortimer. Su cuerpo parecía no pesar, no era una sensación de flotar, sino de estar hueco, vacío, sin alegría pero también sin dolor, por unos instantes Mortimer no sentía nada, no hacía ni frío ni calor, sólo hacía Mortimer. Dejar de existir en éste mundo es la mejor manera que encuentro para expresar esa sensación, dejar de existir, dejar de sufrir y durante un breve momento, poder dejar de amar tanto.

Desde su rincón, la vacía esquina, Mortimer descubrió su universo, las sombras/enredadera que trepan desde el rincón opuesto hasta él por toda la pared hasta envolverle, abrazarle, en simbiosis, matando al hombre para convertirle en sombra y ser eterno. Mortimer no existía como tal en su universo, era una sombra que nadaba en los lagos/espirales púrpuras, se ahogaba y moría y renacía más sombra todavía, encontrando así una nueva manera de sentir; Su cuerpo no sentía tacto alguno más que la sensación de sus venas rozando lo etéreo y por fin dejó de sentir dolor físico; Sus ojos se hundieron dentro de las cuencas y observar así la tristeza del cuerpo humano; Dejó de oir para sentir puramente; Las sensaciones pasaron a ser sus sentidos.

Mortimer podía convertirse en flores de sombra que se desplazaban por la pared.


Mortimer sonreía mientras un hilo de oscura y apestosa baba empapaba su cuerpo desnudo; Había perdido toda la pigmentación, ni ojos, ni cabello ni piel tenían color alguno. Mortimer era una sombra y nada pudimos hacer por él. Pasa el resto de sus días ausente en una habitación interno en un centro psiquiátrico, pero yo se que es feliz siendo una oscura bugambilia trepando por la pared.