jueves, 22 de mayo de 2008

El pastel de cumpleaños


La habitación era como una enorme cristalera donde el silencio se rompía susurrante a medida que se resquebrajaba. Las miradas que antes se buscaban como idas, ahora sólo buscaban el infinito de la mente en blanco y escapar del horror. Suspiros, pequeños juramentos, plegarias de culpables y llantos ahogados cargaban la habitación cerrada. En medio, un enorme pastel de cumpleaños y en él, una preciosidad, que vete tu a saber, a duras penas había cumplido los dieciocho años.

Momentos antes, la lujuria dominaba los pensamientos de todos; Como perros jadeábamos esperando la gran sorpresa, incluso las mujeres de la fiesta, en un arranque de perversidad y deseo, ansiaban contemplar aquel sacrificio a los sátiros. La chica que sale desnuda de un pastel, un clásico para el más clásico de los amigos. Nuestro protagonista, por lo menos lo era antes de aparecer la fulana muerta, parecía estar, por primera vez en meses, disfrutando con sus amigos de una fiesta; La pérdida del amor lo había sumido en un largo sopor sentimental en el que ni tan sólo su pene intentaba arrancarle de allí. Pero ese día, la complicidad de todos, el saber que contemplar a una chica desnuda salir de un pastel no era tabú, que incluso las mujeres allí lo aprobaban, le liberó y pasó al tan esperado sentimiento jocoso, fiestero y gamberro. En el fondo todos somos unos canallas.

¿Quién fue a buscar el pastel a la cocina? Ni idea, todos estábamos tan absortos en juguetear con nuestras amigas, en beber como cosacos hasta dejar la decencia enterrada en cualquier esquina, que ni pensábamos ni queríamos pensar. La cuestión es que bajamos la luz, subimos la música y rodeamos el pastel de cartón piedra con la mirada hinchada en alcohol y ganas de sexo sucio y sin perdón. La música seguía sonando pero la chica no salía; A los dos minutos ya la insultábamos desde fuera tachándola de cobarde, de mojigata, de calientapollas y mangacarteras. El enfado del momento llevó a Sofía a darle una patada al pastel gritando -¡Sal puta guarra de mierda, a ver si levantas algunas pollas aquí!-. El pastel cayó a un lado y medio cuerpo desnudo se desplomó en el suelo. -¡Joder! Esta zorra está muerta- se oyó. Tenía los ojos abiertos y el maquillaje corrido, había estado llorando; ¿Llorando dentro de un pastel de cartón piedra, llorando por lo que sabía que le tocaba hacer tras salir?

La habitación se heló. Se convirtió en el último círculo del infierno, frío absoluto y lleno de demonios y de los peores pensamientos. Lloros histéricos, manos a la cabeza y a la boca, lágrimas, miedo y vómitos. El homenaje perfecto a un difunto que muere desnudo dentro de un pastel. Nos acercábamos al cuerpo. Nos alejábamos. Nos acercábamos y el miedo nos volvía atrás otra vez. -Hay que llamar a la policía, no seamos idiotas-. -Nosotros no hemos hecho nada, no nos va a pasar-. -No hagamos el indio, ¿Qué más da que la gente se entere de que ha muerto en nuestra fiesta, que nadie haga ninguna tontería-. Está claro que esto no es una película; Llamamos a la poli.

Esperamos pensando en las consecuencias del suceso. Algunos, lo veo en sus ojos, se están cagando en los muertos de quien tuvo la idea de la stripper, otros se cagan en el homenajeado y otros directamente se cagan en todo. Se abrazan con los ojos, buscando complicidad entre ellos. ¡Como si alguien fuese a delatarles falsamente! Y, ahora que pienso, ¡mierda! estoy rodeado de cobardes, cualquiera hará lo que sea para librarse. ¿Y si deciden culparme a mi?

¡Mierda! Voy a la cocina a por un cuchillo.