martes, 8 de enero de 2008

El dolor de los Piscis


Sentarme junto a una roca, si es posible cerca del mar, y morir; Morir tranquilo y en paz. Ya nada me queda por hacer. Mirar las estrellas, sonreír y saludar a las personas que viven en la Luna, llorar un poco e irme con la suave brisa. El final perfecto.

Subir por la luz de la Luna hasta el Universo en forma de brillantes motas de polvo que espero algún día sean estrellas aún no merecerlo. Sonreirle al Mundo a ver si desde allí puedo darle una, aunque leve, sensación de calor, cariño y comprensión. Quizás siendo una estrella pueda dar amor y ser perdonado.

Dejaré éste corazón inútil que nada ha sabido dar, mis manos inquietas que no dieron calor, mi piel enferma de tanta maldad, mi boca orgullosa, mis ojos transformistas que me dejaron ciego y una mente que de tan vanidosa creía no necesitar cuerpo alguno, aquí. El temporal los arrastrará y golpeará contra las rocas destruyendo todos sus pecados y librando mi alma de tantos verdugos. Feliz, pequeña luz en la noche, con un sólo sentimiento, te quiero y mientras brille te querré. Tampoco así te haré feliz pero tampoco te atormentaré. Tus lágrimas serán vengadas junto al mar y tu dolor suavizado, espero, en forma de minúscula luz.

Centellearé en tus mejillas y brillaré en tu boca, me reflejaré en tus ojos que es lo que he hecho siempre.

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