lunes, 4 de febrero de 2008

A una bala del Paraiso


Encontré sus ojos en mi memoria. Aquella imagen me dió un puñetazo en la boca del estómago. Unos ojos pesados, muertos y resucitados que albergaban una pequeña llama capaz de incendiar el mundo de lo pura que era. Unos párpados que caían por no poder aguantar su propio peso.No puedo dormir. Aquellos ojos me persiguen y una sensación de culpa me invade y encadena al suceso.


Ninguno pudimos creerlo cuando lo supimos. Después de meses perdiendo el tiempo con los habituales, registrando barrios infectos, múltiples detenciones y tener que aguantar cómo la prensa se cebaba con el caso, dimos con la respuesta. ¿Cómo ibamos a creer en algo así? Nos han enseñado, la vida nos ha enseñado, la experiencia nos ha enseñado, que la vida no va más allá de lo que hay; Todo es material, todo se rige por las normas de la naturaleza humana, y ésta, aunque a veces sorprenda un poco, se desvíe del patrón, nunca puede ser ... ficción, no puede ser ... tan fuera de lo común.


Prudence había trabajado durante varios años con nosotros hasta que una crisis nerviosa la recluyó por una temporada en una prisión de mínima seguridad de psicólogos, psiquiatras y drogas legales. Nunca entimos porqué, nunca entendí porqué. Yo amaba la amaba, quizás no fuí el amante perfecto, mi trabajo es duro y ser feliz con toda esa mierda de ahí fuera no es fácil. Aunque la llave de la felicidad duerma contigo todas las noches. No hubo discusión, pelea, ni explicación, intento recordar cada detalle de nuestra relación y ... nada. Busco pequeños errores y los convierto en mares de sufrimiento para intentar encontrar una explicación. Algunas veces hasta me invento cosas que no sucedieron para satisfacer mi autodestrucción. Lo único que se es que Prudence cambió. Empezó a tener pesadillas frecuentemente, pesadillas horribles que la hacían gritar atormentada y sin poder despertar, a tener pequeñas visiones de cosas que se movían de sitio, hasta que un día intentó arrancarse los ojos y tuve que llevarla al hospital. La internaron.Pasaban los meses y los médicos sólo me decían que tenía un transtorno de personalidad, nosequé de brotes psicóticos, esquizofrenias y todos esos nombres que vienen a decir que alguien está chiflado y nada se puede hacer por ellos pero encerrarlos y cuidarlos con falsa lástima, no pueden matarlos pero los apartan del mundo porque son peligrosos.


Al principio fuí a visitarla cada día hasta que cada día pasó a ser cada semana, cada mes y al final cada año. Soy un hijo de la gran puta, lo se. Ella no reaccionaba a nada, sólo se tapaba los ojos continuamente y balbuceaba en un idioma que ni médicos ni yo entendíamos. La di por perdida, estaba perdida. Cuando me olvidé de ella, tener éste trabajo ayuda a olvidar a la gente que quieres y sólo pensar en asesinos y demás escoria, recibí una llamada. Era ella, me dijo que me quería y colgó. No tuve tiempo para hacerle las mil millones de preguntas que se me pasaron por la cabeza en sólo unos segundos, me dijo que me quería y colgó. Llamé al centro donde se supone que estaba interna y me dijeron que había escapado. Cuando colgué golpeando el teléfono contra la pared sólo tenía una idea en la cabeza, matar a todos los hijos de puta que trabajaban allí y encontrar a Prudence. La busqué durante días, semanas y meses, pero nada, Prudence había desaparecido y temí lo peor.


El trabajo, la escoria no descansa ni respeta tu dolor, ayudó junto a ese gran amigo, va por ti J.B, ayudó a que olvidase a Prudence durante unas horas al día. Una nueva ola de asesinatos brutales asolaban la ciudad; Las navidades traen consigo un montón de mierda, junto al verano es la temporada alta de criminalidad. La gente se harta de ver tanto a la familia, al final sólo son un atajo de gilipollas unidos por sangre o los genitales de algún pariente. Empezaron a aparecer cadáveres por toda la ciudad y, la verdad, de aquellos que alegran, que si un chorizo maltratador en la 23, un camello reicidente en Elm, incluso un Gotti en un lavabo público del Park. La escoria empezaba a caer por su propio pie. Nunca tantos muertos alegraban el día. Como era de esperar, con el paso del tiempo la prensa empezó a alimentar el rumor del "Vengador", jodida sociedad creada a base de comics y comida basura; Un puto héroe salvaba la ciudad mientras la pasma se tocaba los cojones en una cafetería comiendo donuts.


La racha se alargó hasta el verano y seguíamos sin dar con el puto héroe. Lo peor de éstas mierdas es que al fianl le da valor a la gente para que se apunte a cazar delinqüentes los fines de semana, mejor que jogging. Detuvimos a una docena de "vengadores nocturnos", la mayoría parados divorciados que ya habían terminado los fascículos de brocolage de los quioscos. Todos a la trena unos meses y a seguir con la jodienda de siempre. De nuestro hombre, nada. Era un puto agosto asqueroso, la ropa se tatuaba en el cuerpo por el calor y el olor a mierda recalentada viajaba por la neblina que se forma en el asfalto. Era un vertedero habitado. Estaba en casa intentando decidir qué era mejor, si darme la décima ducha del día o pegarme un puto tiro y dejar de preocuparme por el calor y la factura del agua; Llamaron a la puerta y se me cayó el cigarro sobre el pecho del susto. Ni lo noté, se apagó en la catarata de sudor que me resbalaba de la cabeza. Era Socowikz. Habían encontrado a Prudence en los muelles.


Atravesamos Mierdadesecha city a toda ostia atropellando a un perro, o dos, hasta llegar a los muelles. Prudence estaba hecha una mierda, rodeada de policías y amezaba con suicidarse si nos acercábamos a ella. Yo sólo vi a mi Prudence, a mi única razón para volver a casa después de patrullar el infierno, yo sólo vi a una mujer a la que todavía amaba y que había dejado pudrirse en la locura. Intenté acercarme a ella, que me viese, que me reconociese y, esperaba también poder abrazarla y no soltarla nunca más (a buenas horas, cabrón). Recuerdo sus ojos, pesado, muertos y resucitados que albergaban una pequeña llama capaz de incendiar el mundo de lo pura que era. Unos párpados que caían por no poder aguantar su propio peso. -Lo he hecho por ti amor mío- me dijo. -Te estoy ayudando, no estás sólo, te estoy ayudando, así podrás volver a casa y ser feliz, te estoy ayudando- sollozaba mientras blandía el cuchillo. Intenté calmarla, le dije que la quería, que todo iría bien, pero que ahora debía calmarse y venir con nosotros. Intenté abrazarla. Ella lloraba y se arrodilló en el suelo. Dos agentes se acercaron a ella para esposarla y lo supe, no lo conseguirían, grité y me abalancé sobre ellos pero Prudence, al verlos venir, se levantó, alzó el cuchillo y se rajó el cuello.


Compararon el ADN de Prudence y encontraron restos en los cuerpos de la gran mayoría de las víctimas(¿?). Mi trabajo la enloqueció, mi trabajo la mató, éste puto mundo de mierda la mató. ¿Me encontrarán sangre en el whisky? Estoy a una bala del paraiso, a una bala de la felicidad. A una bala de Prudence.

No hay comentarios: