viernes, 22 de febrero de 2008

Harold y los ojos infinitos


Harold se desnudó lentamente delante del espejo. Su reflejo era un tipo delgado y gris, parecía que se iba a desmoronar en cualquier momento. Harold se metió en la ducha lentamente, esperando que se calentase el agua antes de entrar para escapar del frío de la mañana. Apoyó las manos sobre las paredes de la ducha mientras su cabeza se convertía en su propio Niágara. Mientras el agua caía desde su cabeza sus angustias trepaban desde su estómago para encontronarse sobre su pecho. Una batalla cruel y sangrienta entre sus ganas de limpiar sus pecados y las ganas de morirse de pena. Al final de la ducha daba igual quien ganase, siempre atrapaba el frío de la mañana.
Su sombrero negro y sus wayfarer además de su reloj de pulsera eran lo único que tenía claro, siempre dudaba qué camisa blanca, qué corbata negra, qué pantalones negros y qué zapatos negros ponerse. Las mañanas de Harold eran toda una aventura de decisiones que le llevaban a llegar casi siempre tarde al trabajo, pero so no importaba, siempre era el primero en llegar; Siempre el primero en llegar era algo de lo más sorprendente, Harold había llegado tarde siempre a los acontecimientos más importantes de su vida. Harold siempre fue devorado por su estúpido y contrario sentido del tiempo.
Toma café solo. Cinco o seis al día. Harold no puede dormir ni soñar, en todos sus sueños su corazón siempre muere; En todos sus sueños es devorado por el tiempo. Cuando llega a la estación se fuma el primer cigarro del día, justo cuando pisa el último escalón de la salida de la parada, con la primera bofetada del sol y con la sonrisa, que es como una caricia, de la señora que vende flores en la esquina. Al llegar a la puerta del edificio donde trabaja, cruza los dedos al cruzar por debajo del andamio; Su madre le enseñó a hacer eso, como todas las tonterías del mundo. El cigarro se acaba siempre en el portal.
Durante todo el día, Harold viaja por el extraño mundo de lo absurdamente moderno, bebe café, fuma y escucha a sus compañeros y éstos rara vez le preguntan nada. Harold tiene qué decir pero no cree que a ellos les importe demasiado, tampoco pueden ayudarle. A las dos y media sale a comer expectante, siempre sueña con la casualidad y la casualidad nunca llega. A las siete se va a casa expectante, siempre sueña con la casualidad y la casualidad nunca llega. Aterriza en su casa después de volar por su "no pensar en nada" atravesando el cielo de los ojos vacíos intentando recordar un abrazo perdido del que aún reconoce la dulzura de sus besos. Muere frente a la soledad de su correo y la inexistencia de la llamada que siempre espera.
Cena el silencio de las palabras vacías de conversaciones vanas y se retira para fumar y esperar, desear, soñar, derrumbarse de cansancio, llorar, perder.
Harold cierra los ojos y se va en busca de los ojos infinitos, su amor perdido.
Harold es un ser devorado por el tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A Harold le encanta esa rutina... Le gusta verse como un infeliz, por que de momento es así como quiere estar...