lunes, 25 de febrero de 2008

La gran aventura del joven Zhang


Hubo una vez un lugar sagrado llamado el pico de la sabiduría. En la cumbre se decía que vivía un extraño eremita que podía reconocer la verdad de todas las cosas gracias mirando dentro de un pequeño cuenco de barro que los dioses le habían regalado por su bondad infinita y sus más que nobles actos en sus más de 100 vidas. La historia de esa montaña fascinaba a los más osados aventureros pero hasta los más temerarios huían de la idea de llegar a la cumbre. Se decía que incluso algunos dioses menores habían fracasado por la dureza de los elementos y la crueldad de la montaña, un antiguo gigante castigado por sus horribles crímenes y convertido en montaña. Se decía también que el recorrido era tan largo que si alguien regresaba de la expedición, lo haría anciano por el paso del tiempo y ¿de qué servía conocer la verdad y morir sin poder sacar partido de ella?

Hubo también un joven llamado Zhang, un joven con una única pregunta. Zhang se sentaba todas las noches en el tejado implorando una respuesta de los diosesa su pregunta, iba a ver a los más sabios de los sabios en busca de ayuda, meditaba durante días sin moverse, comer o beber, únicamente concentrándose en su pregunta. La última meditación de Zhang casi le arrebata la vida; Su alma se elevó tanto del suelo que casi se separa por completo de su cuerpo y le dejó convertido en un media alma, un ser sombrío y triste con la mente fuera de este mundo. Sus padres no podían soportar más el estado de ausencia de su hijo y decidieron hablarle de la leyenda de el pico de la sabiduría. Zhang quedó asombrado, por fin un lugar donde encontrar respuesta, incluso su alma volvió a retroceder unos centímetros hacia su cuerpo y recuperó algo de color en su grisácea piel. La familia sufría por el destino que le aguardaba a Zhang pero, morir en el intento era mejor que vivir en la más absoluta tristeza; Zhang debía partir hacia la gran aventura del hombre.

La noticia corrió por toda la comarca y la gente se acercaba a Zhang para pedirle si, al llegar a la cima del eremita, podía preguntarles por qué esto o aquello. Zhang estaba dispuesto a ayudar pero no podía pensar en todas esas preguntas, le desconcentraban de la suya. Zhang huyó literalmente del pueblo mientras una muchedumbre le perseguía para decirle su pregunta para el eremita. Zhang atravesó el valle entero hasta el pié de la montaña sagrada y por todos los pueblos que pasó se llevó consigo tantas preguntas para el eremita que a duras penas recordaba la suya. Suerte que la llevaba grabada en un pequeño amuleto de madera que su padre le había tallado. La montaña parecía no tener fin vista desde el pié, se perdía entre la niebla. La montaña era tan alta que seguramente debía atravesar el cielo hasta el jardín del palacio del dragón de las nubes.

Zhang empezó a subir por la montaña.los primeros kilómetros fueron fáciles, incluso agradables, se maravillaba con la belleza del paisaje e hinchaba sus pulmones con aquel aire tan puro y fresco y la alegría le invadía atrayendo aquella mitad de su alma otra vez dentro de su cuerpo. De noche parecía que todas las estrellas del universo se reuniesen en aquel lugar para contemplar la gran azaña de Zhang y un sentimiento de valor y orgullo llenaba su corazón. Hacia la mitad de la expedición la escalada se volvía cada vez más peligrosa, no podía respirar, el paisaje era frío y desolador, las estrellas le abandonaron en la noche, se sentía cansado y aquella mitad de su alma intentaba escapar de aquel cuerpo temerario e infeliz. La ventisca, las afiladas rocas, el frío y el hielo azotaban la moral y el corazón de Zhang pero su pregunta seguía necesitando respuesta. En cuanto empezaba a anochecer, Zhang buscaba desesperado cobijo en las hendiduras del hielo eterno, un templo en el infierno, calor en el frío absoluto. Durante días soportó la inclemencia de la naturaleza, la crueldad de un castigo divino y su alma casi fuera del cuerpo permanecía unida por el dedo meñique del pie, mientras él escalaba ella se aferraba a las rocas intentando tirar de Zhang hacia abajo, hacia los paisajes preciosos, el aire puro y las estrellas.

Un día en su eterno trepar Zhang encontró cobijo en una cueva justo cuando empezaba a tronar y los rayos partían el negro cielo enfadados por el atrevimiento del hombre. Corrió deprisa hacia dentro. La cueva se iluminaba intermitentemente con el trallar de los rayos y dejó ver una figura ante los ojos de Zhang-¡El eremita!¡He llegado, he llegado!- Zhang lloraba de la emoción, había superado el más puro sufrimiento y había conseguido encontrar al eremita. Su corazón se hinchó como una Luna llena y casi le asfixia los pulmones. Zhang con respeto y humildad se acercó al eremita que parecía tan contento como él. Era un hombre de aspecto cansado, de larga barba y cabellos plomizos-¡Tanto tiempo en esta montaña hacen de uno un hombre castigado!-pensó Zhang. Zhang se plantó delante del eremita y le formuló su pregunta- Sabio eremita del pico, tu que has sido bendecido por los dioses, por favor contéstame a mi pregunta, te lo suplico. ¿Qué es el amor?- El sabio parecía serio y los ojos se le agrandaban con el paso de los segundos. Callaba y parecía mirar a Zhang con aire extrañado. Zhang empezaba a desesperarse y también parecía hacerlo el eremita que seguía guardando silencio y cuanto más tiempo pasaba incluso su ceño se fruncía, su cara se acaloraba y parecía enfadarse -¡Incluso se enfada! !Este eremita ignorante que nada se sabe hasta se enfada, esto es el colmo!- Zhang harto del falso eremita y más enfadado que un mono dió un puñetazo al eremita y éste se partió en mil pedazos.-Tonto eremita, ya no volverás a engañar a nadie. Y Zhang empezó su descenso de el pico de la sabiduría.

Pasó mucho tiempo hasta que Zhang llegó de vuelta al pueblo. Al principio nadie le reconoció; Arrastraba una larga barba, su pelo era gris y su piel seca. Muchos ancianos se acercaron a él preguntándole por su viaje pero Zhang no sabía quienes eran. Al ver su rostro extrañado todos empezaron ¿No me recuerdas soy Yen, soy Fai, soy Hi Chin? Largos años habían pasado y ahora todos eran ancianos. Zhang empezó a llorar y corrió lo más rápido que sus viejas piernas le permitían para comprobar lo que ya sabía. Sus padres estaban muertos al igual que otros muchos seres queridos. El pueblo enmudeció y dejaron tranquilo a Zhang durante un tiempo para que éste pudiese aceptar la realidad y asumir su dolor.

Una tarde un joven llamado Yin Bu se acercó al anciano Zhang. El joven tenía cierto temor, sabía que Zhang llevaba un año sin hablar, algunos le tenían por un loco que perdió su alma. Yin Bu se sentó delante de Zhang e hizo una pequeña reverencia ante el anciano. -Oh anciano y sabio Zhang, tu que estuviste en el pico de la sabiduría y conociste al eremita, tu que has vivido la gran aventura del hombre, por favor, cuéntame qué has aprendido- Zhang devolvió la mirada hacia el mundo y la inclinó hacia la nuca reverenciada del muchacho, volvió a mirar al cielo, como buscando aquella alma que perdió, y le dijo- Que algunas preguntas no tienen respuesta en los hombres, que algunas preguntas no tienen respuesta en los libros o los sabios, que algunas preguntas no tienen respuestas en la Tierra y que hay preguntas que ni el mismo cielo tiene respuesta-.

1 comentario:

Marc Gil dijo...

M'ha agradat el conte. Molt oriental, sí senyor.