domingo, 16 de diciembre de 2007

Cuchillos y ventanas


Tengo frió. Me abrazo. Me duele el paso de la sangre por las venas. Mi conciencia es ahora el sonido más irritante. Quiero que pare; Necesito que pare!

Me duele mi cara, mi voz, mi cuerpo se autolesiona desde dentro. Me grito. ¡¿Por qué no me callo?! ¡¡Cállate, cállate, CÁLLATE!!

Miro por la ventana, ahí está, la Noche. Salta, venga, sólo es un salto y todo quedará en silencio. Un salto, sólo un pequeño salto, sin necesidad de acrobacias, ni poses, ni aterrizaje. Con un tonto resbalón basta, no hace falta luchar contra todo tu cuerpo, con sólo engañarlo unos segundos todo habrá terminado. ¡¡Cállate, cállate, CÁLLATE!!

Acaricio al fantasma; Como siempre está ahí, con una sonrisa severa, con aquellos ojos que condenan, flotando detrás de mi, haciéndome cosquillas con su pelo, susurrando la misma canción que trae el viento. Me besa en la nuca, provocándome el escalofrío con el que siempre llega la fiebre. Se acerca a las cortinas y éstas bailan, juega con la noche que hay tras la ventana. Se sienta en el marco y me pide que venga. Y como cada noche, en cuanto me acerco, baja la persiana, cierra los porticones y se echa a reír mientras yo voy a llorar a la cama.

Sigue jugando con mi valor, fantasma. La próxima noche quizás encuentres mi sangre empapando la cama.

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