martes, 21 de abril de 2009

Tortugas


-¡Bah! Nada más que tonterías- Amancio estaba enfadadísimo; Aquella conversación le sacaba de quicio, no soportaba la "cháchara" tonta e ilusa de aquellos aprendices de engañabobos soñadores. -¿Tanta fantasía no os pudre el cerebro?¿No veis la realidad, todo el horror que nos rodea, la sangre, el hambre, el sufrimiento?

Nuestra pequeña república de sueños, de justicia, de cambio, tan alejada de aquella metrópolis sumida en la fausta tradición y poderes establecidos, estaba derrumbándose golpeada por el caos de la vanidad y el ansia. Tras 50 años de paz y prosperidad, viejos perros de la vieja patria volvían a ladrar y, con ese estallido, a destruir el gran castillo de sueños e ilusiones que habíamos construido. En agosto, un agosto de sudor y sequía pero de vacaciones y felicidad, los temblores de los coches de guerra se hicieron amos de las calles. un fuerte olor a pólvora se adhería a absolutamente todo; Las casa de un precioso estilo colonial olían a pólvora, la ropa tendida de un blanco inmaculado olía a pólvora, los juegos y sonrisas de los niños olían a pólvora. La viscosidad de la sangre injustamente derramada era dueña ahora del ambiente, del aire, del mar, la tierra.

-¡Sólo decís tonterías- insistió Amancio- Sólo tonterías, sólo ¿No os preocupan las muertes, la injusticia, el dolor? ¡Dejad de huir, afrontad la realidad! - estalló en un llanto mientras intentaba ocultar sus lloros tras unas manos temblorosas, asustadas y cansadas. Amancio había perdido a su mujer y a su hija a manos de los golpistas. Entraron en su casa de noche; Los golpearon, insultaron, escupido y a ellas, violado y finalmente asesinado brutalmente. Amancioni tan solo fue puesto preso, le dejaron allí, llorando, ahogándose en el dolor de la pérdida abrazando a su hija y a su esposa, aullando como un lobo en una noche de luna clara que reflejaba su dulce luz en las avenidas ensangrentadas. -¡Todo, lo perdí todo!- Amancio cayó al suelo entre temblores, miradas y el miedo de todos los presentes a ser delatados. Eran tiempos donde la verdad vivía en las venas de la gente y se escondía del mundo por miedo a ser asesinada también. Tiempos donde el dolor era acallado a golpes.

Nos levantamos e incorporamos a Amancio para llevarle a casa, lejos de los delatores, lejos y a salvo de correr la suerte que tantos otros habían vivido. Como las tortugas, teníamos que enterrar nuestro futuro para protegerlo de los depredadores y marchar o morir confiando en la eclosión de nuestros huevos.

Caminamos acarreando a Amancio por calles y avenidas a paso ligero e intentando no clavar nuestras miradas en los huecos de las balas, en las ruinas y en la propaganda de los golpistas, figuras victoriosas, superhombres que ahora predicaban "Paz y Progreso". Cada vez que veíamos alguno de esos carteles, la sensación de angustia y rabia nos hacía crecer las uñas como las de un jaguar para poder arrancar hasta el muro donde estaban pegados. Caminábamos sin saber dónde mirar; El cielo no nos reconfortaba a pesar de saber que las estrellas nos lloraban y tampoco podíamos mirar al suelo pues, la visión de nuestros zapatos roídos y desgastados nos deprimían en el recuerdo del día en que los estrenamos, probablemente para ir al club o al casino; Tiempos de gloria, risas, bailes, champagne y mujeres.

Amancio se detuvo, sacó una llave del bolsillo y, aunque aún vivía allí, dijo- Ésta era mi casa-. con un paso lento, arrastrando los pies, entró en el portal, se dio la vuelta, sonrió y dijo adiós con la mano y el corazón. nos quedamos petrificados ahí, contemplando aquella casa, los agujeros de las balas, el rastro del fuego, el jardín envenenado por el odio y aquel portal que era la misma boca del infierno. La garganta seca se recogió en sí misma hasta llegar a la boca del estómago. Intenté encender un cigarrillo con tanta ansiedad, rascando con fuerza y torpeza la rosca del mechero pero las manos me temblaban tanto, tanto ... Del interior de la casa se escaparon un grito y un disparo. Nos giramos hacia la calle y Gabriel, ahogado preguntó -¿Os he contado alguna vez cómo a lomos de una tortuga viajé hasta el reino de Java? -No- contestamos entre sollozos, apretando los dientes y puños con lágrimas en los ojos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jijijiji...lov it!!!...you are a great great writter Mr. Alfred Eyefish!!! ;))